Amanecemos los dos
tendidos en el aire,
en los recuerdos de la fiesta,
haciendo de cuenta
que todo fue soñado
salimos despedidos
en direcciones diferentes.
Yo me dejo llevar
por el sonido del sol
y volando me incendio
y me hago llama.
Ella se deja llevar
por la atracción de la tierra
y conoce por fin
el centro mismo de su cuerpo.
Mañana
habrá un Universo
una pequeña llama
con mi nombre,
perdida para siempre
entre otras llamas
y un centro
con nombre de mujer,
en el propio centro de la tierra
que no podrá
perderse ni encontrarse
porque llama y palabra
son palabras
pero su cuerpo
siempre es algo más,
por eso tan desconocido,
tan imposible de decir,
tan suyo, tan del mundo,
tan de nadie.
(Del libro El hombre y Yo; Ed. Grupo Cero)