El tiempo pasó,
mas mi corazón jamás olvidó
aquel juramento de amor
que un día nos hicimos.
Éramos dos niños jugando al amor,
sin saber que la vida ya había escrito
que tú siempre serías mi hogar,
mi camino de regreso
después de tantas batallas peleadas.
Los años transcurrieron,
pero nada logró borrar este sentimiento
que quedó tallado en el alma
con hilos invisibles de nuestra existencia.
Quedaron enmarcados aquellos besos,
donde la ternura fue un verso,
la caricia un sendero sin retorno,
y tu mirada una invitación a perderme en ti,
como quien se rinde a un destino
del que nunca quiere escapar.
El aroma de tu cuerpo
se volvió mi brújula de regreso,
y en tu sonrisa, brillante como el sol,
descubrí un portal hacia el cielo.
Siempre fuiste ese todo con el que soñé,
esa promesa eterna grabada en mi alma,
la certeza que sigue latiendo con fuerza
hasta mi último aliento.