Fue la noche en que el tiempo se rindió,
cuando tu piel encendió mi deseo,
y cada beso fue un fuego nuevo,
una hoguera que al alma nos consumió.
Tus manos viajaron como mares inquietos,
mi cuerpo fue tu mapa, tu destino,
y en cada suspiro, profundo y divino,
hallé el universo en tus secretos.
Las sábanas guardaron nuestro delirio,
la penumbra fue cómplice de la pasión,
y entre jadeos nació la canción
de un amor carnal, sincero y tibio.
Llegamos al borde, al mismo abismo,
donde la carne se hace infinito,
y en ese instante, sublime y bendito,
morimos de placer… y resucitamos al mismo ritmo.
Fue la mejor noche, sin juramentos,
solo cuerpos que hablaron en silencio,
y en el éxtasis eterno que compartimos,
quedó grabado tu nombre en mis adentros.