Una voz

La Grieta.


Desde la ruptura en el universo

esqueletos amarillos,
vidas segadas de tajo,
vertidas como escombros,
una sobre otra, cada roca.

El peso de la guerra, de sus metales bendecidos;
los rituales dolorosos del monje que se flagela,
violentos rayos iracundos de jueces sin balanza.

La sombra posa su mano sobre la luz;
caen desde la grieta en el cosmos
cuerpos con su tersidad injuriada,
tatuados con su sufrimiento;
todo vomitado sobre el rostro
del amor, la flama del que no tiene culpa.

Nadie puede verlo debajo del asco,
hasta que de su pecho fallecido,
brote la rosa blanca,
del triunfo oscilante entre la bruma roja,
ese vapor del odio.