Cuando la tormenta se va,
y el cielo deja caer su último suspiro,
el silencio abraza la tierra
como una madre que calma a su hijo.
Las lágrimas que una vez nos quemaron
se vuelven cristales de aprendizaje;
y el alma, que temblaba en la oscuridad,
encuentra en su propia luz… su coraje.
Ningún trueno es eterno,
ningún relámpago puede apagar el sol;
la vida sabe cómo sanar sus heridas
y el corazón, cansado, vuelve a creer en el amor.
Después de tanta lluvia,
la fe florece entre las grietas;
es ahí donde descubrimos
que los dolores también siembran belleza.
Porque cada tormenta deja un regalo,
aunque al principio no podamos verlo…
a veces nos arranca las hojas,
pero nos enseña a crecer desde adentro.
Así, cuando mires atrás,
entenderás que nada fue en vano:
el viento que te rompió,
fue el mismo que te hizo volar más alto. 🕊️✨