Pediste perfección en mi cuerpo, y olvidaste que el amor no se mide en tallas.
Exigías todo,
pero nunca diste nada.
Tus abrazos fueron muros,
tus besos, piedra,
tu cuerpo, un desierto.
Jamás hiciste vibrar,
jamás encendiste fuego,
jamás fuiste hombre.
Yo fingí, me convencí,
quise sentir lo que en ti no existía.
Pero el vacío no se disfraza,
y tu impotencia fue la verdad más cruel.
Hoy ya no importas.
No vales mi llanto ni mi tiempo.
Quedas reducido a ceniza seca,
a un recuerdo sin peso, a la sombra de lo que nunca supiste ser.
Mientras tanto, yo florezco.
En brazos de quien sabe amar, reír, esperar y reconstruir,
descubro que no todo lo perdido fue amor:
lo tuyo fue solo ausencia.
Y ahora,
cuando mi piel arde con vida nueva,
tú quedas condenado a lo inevitable:
vivir sabiendo que nunca supiste ser hombre.
ππͺπΏπ♥οΈ