Si el cielo perdiera sus estrellas
o el sol olvidara su calor,
no sería tan grande mi tristeza
como la de quedarme sin tu amor, madre mía.
No me importa nadie más que tú.
Esta noche quiero recordarte,
contar contigo la inmensidad del infinito
y escuchar cómo mi corazón agradecido
susurra tu presencia en cada recuerdo.
Cuando me abrazas, me pregunto:
¿cuánto me debía la vida
que contigo me bendijo?
En tu ternura me diste todo sin pedir nada,
y aunque a veces seas un poquito terca,
te amo más que a mi propia existencia.
Vi la luz del sendero en tus ojos,
y aprendí a caminar confiado
con tu voz guiándome en el silencio.
Si la luna se escondiera en tus ojos,
aun así encontraría en tu sonrisa
el refugio más hermoso.
Ojalá supieras lo que daría
por conservarte siempre a mi lado,
porque en cada latido de mi ser
se guarda la certeza
de que no hay amor más grande
que el tuyo, madre mía.