Anduvo errante, sin dejar raíces,
probando en los labios la brisa fugaz,
mas solo dejaba leves cicatrices,
pues solo buscaba pasar y probar.
El alma viajera, sin puertos ni anclas,
buscaba en los ojos destellos de sol,
mas pronto olvidaba promesas vacías,
y nada quedaba, ni un eco de amor.
Mas cierto destino lo quiso atrapar,
un fuego distinto lo vino a abrazar,
y en la melodía de un alma callada
halló lo que nunca logró abandonar.
Ahora en sus días no vaga el deseo,
ni cruza jardines sin rumbo o razón,
se entrega completo, sincero y entero,
y guarda en un nombre toda su canción.
Yasuara Melgara