Respira, late… y no sabe por qué,
se tira de cabeza a pozos sin fondo,
cree que el fuego acaricia
y que las espinas dan consuelo.
A veces sonríe mientras se quema,
otras, aplaude al verdugo
por usar la soga nueva.
Dicen que tiene valor,
yo digo que solo no aprende:
muere mil veces
para sentir que existe una.