Arturo, poeta solitario,
quisiste tanto la libertad
que tenías algo del cielo
pegado en tus ojos.
Disculpá que te lo diga.
Arturito…
Ya no está tan lindo tu mar.
Lleno de tanta mierda está,
podridas aguas
que nunca fermentarán
el ron que tú tanto quisiste.
Pero Dios es bueno
y ojalá algo me permita,
de esta tierra que a todos
exilia,
de contrabando
llevarte en el alma
una esencia de ron.
Ahí quizás también estés
en una silla solitaria,
contemplando
la forma del tiempo
y fumando tu eterno cigarrillo.
Luego luego llevaré mi silla,
y brindaremos…
y seguro habrá más tiempo.
Mientras viejo amigo,
aquí los truenos
suenan como tú voz,
alguien dice que va a llover,
yo digo
que sos vos
declamando
poemas a Dios.