Entrenado en pérdida,
está el vacío de ti,
de ella,
incluso de quien la memoria ya no se embriaga.
El vacío sabe obstinarse,
abstenerse,
y mantenerse sereno,
aguardando apenumbrarte en desvelos.
El vacío ha aprendido a llenarse
con musas de porcelana:
tan frágiles como amor líquido.
Y entonces,
esta nueva retirada que dictan tus labios
hiere la hondura de besos ya cesados.
Se desbordan,
imitándose con sutileza,
hacia el caudal del agónico olvido.
Entrenado en anhelarte,
ofrendo vocablos ante ti,
sofoco toda rima impertinente
Con el afán de reconocerte en ellos:
“ilusoria”.
Y con nula dilación preguntar
en cuál de ellos te podría hallar.