Luis Barreda Morán

La Familia

La Familia 

La familia es un guiso complejo de elaborar, con muchos sabores que se deben combinar, reunir a cada parte es una labor difícil, no es una tarea que todos puedan lograr, con misterios y sorpresas que van a surgir.

A veces dan ganas de abandonar la cocina, pues el esfuerzo parece no valer la pena, pero luego llega el momento de servirla, y las lágrimas brotan de pena o de alegría, y algunos aún creen en la receta divina.

Eso es un espejismo, una vana quimera, la familia es un lazo, un afecto profundo, es una fórmula única de cada hogar, que se cocina con cariño allí en el fondo, y se ajusta a los gustos de cada quien.

Las hay llenas de dulzura y de ternura, otras tienen un dejo de cierto amargor, algunas pican fuerte como la pimienta, otras son sosas, sin ningún sabor, y se aguantan por deber o por conveniencia.

También las hay que caen pesadas al estómago, que envenenan el cuerpo y el corazón, pero en todos los casos debe servirse ardiente, porque si está fría no alimenta con pasión, y se vuelve imposible para cualquier diente.

Al final, la receta no se puede copiar, cada quien la inventa con su propio saber, unas exigen tiempo, dedicación y calma, otras surgen rápido sin parecer tener, ninguna planificación dentro del alma.

Se va aprendiendo con la práctica diaria, improvisando con lo que la vida va dando, y se transmite ese conocimiento antiguo, aunque con los años se va desvaneciendo, en el recuerdo que el tiempo va borrando.

Este viejo cocinero les dice con certeza, que aunque el gusto no sea de tu agrado completo, debes probar ese plato llamado familia, porque es un manjar único y muy concreto, que comes con respeto y con devota calma.

Si logras disfrutarlo, hazlo con gratitud, olvida las reglas y las normas severas, remoja el pan en ese jugo especial, aprovecha esos momentos de manera entera, y llénate de gozo en cada comida.

Es un banquete que, al terminarse, no vuelve, y luego extrañarás su particular aroma, feliz aquel que lo tiene y lo comprende, que lo disfruta y que lo ama, y que en su valor profundo se acomoda.

Por eso, familia, escuchen este consejo: perdónense los daños, acéptense completos, tolérense con paciencia, quiéranse de veras, y vivan cada instante como si fuera el último, pues solo en la pérdida y en el dolor severo, se valora lo que se tuvo en el tiempo entero.

—Luis Barreda/LAB