Piel profana
de Wcelogan
Me arrojo a tu carne como al templo,
pies manchados de deseo febril.
Tu piel, lozana e intacta,
convoca mi sed como licor ardiente.
Tus caderas cantan como sirenas,
letanías que me arrastran al abismo.
Penitente de tu danza obscena,
me rindo a un egoísmo feroz:
ser el rito que reclama tu cuerpo,
altar donde mi alma se quema.
No hay pureza en tu desnudez,
solo el éxtasis de un instante compartido.
Mi mirada te desflora en silencio,
tu entrega me corona sin resistencia.
Eres herida que canta su belleza,
profecía tallada en piel profanada.
Y aun así, me arrodillo,
condenado por el pecado de amarte.
Pero tiemblo.
En tu fuego hay un destello divino,
y yo, que solo sé profanar,
me descubro adorando
lo que juré no tocar.