MIGUEL CARLOS VILLAR

Aunque me duela

 

Aunque me duela

 

 

La rabia se apodera de mí

nada más encender la radio.

Sé lo que voy a oír.

Otra vez.

Y, sin embargo, no puedo evitarlo.

Es una mezcla de necesidad y desesperación:

necesito saber,

aunque me duela.

 

Los titulares se repiten:

una letanía de bombardeos,

desplazamientos,

niños que no volverán a correr,

ancianos que mueren solos entre las ruinas

que un día fueron sus hogares.

 

El hambre.

 

No dejo de preguntarme

cómo hemos llegado hasta aquí.

Me siento impotente.

Me duele no poder hacer nada para frenar

esta rat race de ansia de poder.

 

Los \"Césares\" modernos no visten togas,

pero manejan imperios.

Observan desde sus balcones

cómo pueblos enteros se inmolan

en coliseos disfrazados de progreso.

Solo necesitan bajar el pulgar

para desencadenar catástrofes.

 

Y, mientras tanto,

escribimos, marchamos, lloramos.

Porque quedarse en silencio

sería traicionar a quienes no tienen ya voz.

 

Algún día, espero, las ruinas hablarán.

Y lo contarán todo.

Hasta entonces, seguiré escuchando.

Aunque me duela.