Al principio, una amalgama de susurros
se llevó el viento,
hasta que el verbo
quedó como el Dios,
que veneraron los poetas…
Luego el silencio eligió la noche
para parir utopías…
Los espacios siderales
se poblaron
con el amanecer blanquecino
y la confusa dialéctica
de los humanos.
El verbo, con una voz partida,
creo el bien y el mal,
dividiendo las horas en oscuridad y luz…
Un grito desgarrado, por la velocidad del tiempo,
crearon la vida y la muerte,
en un juego de mitos y verdades,
que esculpieron con el sueño
de los sabios del pasado.
Hasta que la poesía
desordenó los destinos del mundo
y una voz profunda
creó los mares interiores del alma
y todo adquirió otro sentido.
Eso fue al inicio del verbo,
en la prehistoria de la palabra…