Franjablanca

Cielos e infiernos

Jugaron a una encerrona

con final imprevisible.

Invitado y anfitriona

pusieron sobre la mesa

sus cartas y la promesa

de desestimar la oferta

que les hiciera el pudor

sobre una cama desierta.

Era misión imposible

que ambos salieran ilesos:

fueron demasiados besos

tras el postre y el licor.

Y no salieron indemnes

de la liturgia solemne

de desnudarse a suspiros.

Apostaron por coserse

sus pieles con esos hilos

que atan solo con verse.

Con el colchón de escenario

y la habitación de luto,

pagaron tanto tributo

a sus deseos primarios,

que no quedó ni un minuto

al periodo refractario.

 

Y perdieron la cabeza

con pasión, nocturnidad,

chupitos y fantasías.

 

Cuando el sol hizo limpieza

del polvo y la oscuridad,

ninguno se conocía

y la saliva tenía

el sabor a soledad

dejado tras la cerveza

que tienen los buenos días

con resaca que bosteza.

 

Era pronto todavía

para el infierno que arde

y ya demasiado tarde

para el cielo que querían.