Abren una fosa común, el cadáver apesta,
aun cuando tibias lo besan las mariposas;
lo arrojan dentro del vientre del planeta.
Un enjambre de moscas se vuelven nubes,
y su lluvia recuerda a la pus de una herida,
que todavía duele.
Le colocan ramos de flores en el agua fría,
recitan sus versos, que parió mientras vivía,
no los oye, su boca no los convoca, predicó...
palabras alabadas por los hijos moribundos
bajo el canto púrpura de los búhos.
Entre lumbreras el ataúd nos toca su laúd.
Nadie puede escapar del aliento de la noche sin luna.
Se erige una torre invertida, las consecuencias,
maldad sobre maldad, desde el cielo al infierno.
Nacen, crecen, se reproducen y mueren...
rotos en el vórtice de la ignominia a la vida,
ante la infinita carcajada del suicida:
Entre lamentos les ha escupido en la cara
¡Me otorgaron la razón!
Esta galopó junto a mí, jinete oscuro.
¡Acariciar la muerte fue la salida...!