Te conocí antes de conocerte,
en un rincón sin tiempo,
donde las almas se encuentran
antes de que los cuerpos sepan.
Fuiste intuición,
presagio de un amor que no se explica
pero se siente
como un fuego manso
que no quema… solo ilumina.
Navegué el océano de tu ausencia
como quien busca un faro entre la niebla.
Tu voz —eco de otras vidas—
me guiaba en la oscuridad,
y sin tocarte,
sin siquiera tenerte,
te sentí mío
en cada línea que mi alma te escribió.
Tu cuerpo, desconocido,
habita mis memorias como si fuera recuerdo,
como si el deseo y la ternura
hubieran bordado en mí
la certeza de tu piel sin haberla rozado.
Hay misterios que no necesitan respuestas.
Eres uno de ellos.
Te pienso,
y la vida se detiene unos segundos,
como si tu imagen pronunciara una oración
que mi ser entero reconoce.
Dormir sin ti es invocarte,
y soñarte,
es vivirte con la intensidad
de quien ama en silencio,
pero con todo lo que es.
Quizás nunca lo sepas,
pero un rincón de mi alma
te lleva como tatuaje,
como huella sin fecha ni final.
Eres ese misterio oculto,
mi secreto sagrado,
la forma que toma el amor
cuando nace del alma
y no necesita ser poseído…
para ser eterno.