Desde que te conocí,
el tiempo se volvió fugitivo:
se escurre entre nuestras manos
cuando intentamos retenerlo.
Las horas ya no son horas,
son danzas fugaces
que arden hasta desvanecerse,
como suspiros bajo el atardecer.
El tiempo dejó de ser enemigo;
ahora es melodía de fondo:
en tus besos, en tus abrazos,
en cada baile compartido.
Y si la vida corre veloz, que corra…
porque a tu lado cada instante,
aunque breve, se convierte en eternidad.