Abrí la ventana.
Ya huele a septiembre.
El pueblo, sediento de lluvia,
se tiñe de ocres auroras
que no temen la muerte.
Fugaces racimos,
en su último abrazo,
celebran el milagro
del cárdeno vino.
Bebe, otoño, bebe.
Embriágate de alba.
Deja que duerma la vid
y vuelve a cerrar mi ventana.