Una pequeña cajita, aunque suficiente para albergar los murmullos de una sala, capaz de almacenar este aroma, la tengo ahora en mis bolsillos.
Me hice, además un tatuaje, en que están sus nombres, con sus rostros, y ya la melancolía se deja sentir cuando los veo.
Dile a la abuela, que no se vaya aún, que le tengo la cajita, que sus manos agrietadas, sostengan algo más que trabajo y almuerzos, díganle que aún falta cumplir todo lo que, en la charla, un día en mi infancia, le prometí