Luis de leon

TUS LÁGRIMAS

 

 

Tus lágrimas parecen sinceras,

se deslizan como cuchillos en mi pecho,

y el rímel corrido no es más que la firma

del dolor que tú también has llevado dentro.

 

Tu derrota tiene un sabor amargo,

un eco de orgullo que se desangra,

y yo, entre miedo y deseo,

no sé si sonrío de rencor

o si me embriaga el placer de tu arrepentimiento

que llega tarde… a cuenta gotas.

 

Dices que ya no importa quién perdió,

pero, ¿cómo no ha de importar

si en tu huida dejaste mi alma hecha cenizas,

y en mi desierto me helé de frío

mientras tú viajabas huyendo de tu propio reflejo?

 

Si tan solo hubieras escuchado,

si hubieras dejado que mi voz,

rota pero sincera,

te entregara el perdón que tenías delante,

hoy no estaríamos llorando en silencio,

sino abrazando un futuro aún vivo.

 

Quizás si no cubrieras tu rostro de colores,

sería menos evidente

el desgaste de tus batallas internas,

esa guerra entre orgullo y ternura

que te llevó lejos de mis brazos.

 

Tus lágrimas, torrente sin cauce,

han formado un río que me arrastra.

Yo, sediento de tu piel,

no hallo otra alternativa que estrecharte,

rodear tu cuerpo como última trinchera,

y secar con besos la herida en tu mejilla.

 

Pero es tarde, amor, tan tarde…

El cielo se ha vuelto gris,

el invierno se asoma con su filo helado,

y aunque tus lágrimas parecen sinceras,

no sé si aún nos queda un mañana,

o si este beso, tembloroso y hambriento,

será apenas el epílogo

de una historia que nunca debió escribirse así.

 

Te beso por última vez,

con el temblor de quien se despide del mundo,

y en ese roce amargo entiendo

que el amor también muere de orgullo,

que el perdón tardío no resucita a los muertos.

 

Me voy con el frío clavado en la piel,

dejándote en mis labios,

como un epitafio escrito con lágrimas:

“Fuimos eternos… mientras pudimos ser.”