Carlos Baldelomar

--+ DEMONIOS +--

Aquí estoy,

más humilde

y poco menos cansado,

guardando mis demonios

que saben ser mansos

si pienso al menos

un poquito en vos.

 

A lo mejor reconocen

en el recuerdo atorado

de mi memoria

unos ojos, que son abismo,

manto oscuro que destella

hogar de mis tristes luciérnagas.

 

Y ahí se quedan, tras la puerta,

respirando bajito

para que no sospeches

que algo en la sombra descansa.

Pero no puedo mentirte,

algunos se me escapan

como gatos por los techos

nocturnos.

Y si arañan la luna

y profanan la buena

voluntad de quererte,

esos, amor,

esos ya no son míos.

 

Mío, es este empeño,

esta necia corriente,

un hilo de agua limpia

que se abre paso en la piedra

y que lleva la imagen de tu rostro

empuñado en su pequeño caudal.

Y qué sé yo hacia dónde fluye...

Me basta que sea un estanque

apacible y profundo,

un refugio donde las bestias,

esas,

se queden sin tierra,

después de todo

algo sé de ellas;

pues en esas aguas

de las que vos, amor bebés,

ellas huyen de su propio rostro.