I
Dios ha gritado con voz de trueno
y el universo ha estallado, aturdido;
el alba ya tiene luz
para combatir la tiniebla de la noche eterna.
Como en un sueño, la trágica pesadilla,
-¡he aquí la vida!-
la sabia grandeza del creador
tallada en la más pura imperfección-
Es la historia que se repite sempiterna
rompiendo los cauces de la memoria y del olvido;
la senda estrecha, el rayo fugaz que se apaga,
tesis y antítesis, la dialéctica del forzado camino.
El tronco podrido, seco y astillado
por el hacha del tiempo inacabable
- ¿pasado ya? -
oscila y cede, derrotado
el invierno cede al pulso , se aleja,
y retoños de vientos nuevos surgen,
un gemido de verde entre el gris,
la primavera;
el milagro de la vida, rota, incompleta,
cabalga los siglos en corceles de humo;
y en derredor palpita, lúgubre despojo
de pasado, presente y futuro.
El reloj vuelve sobre sus pasos, confundido,
la historia – campo helicoidal y laberíntico -
rompe el cristal de la existencia,
se abren los ojos, llora el infinito….
II
Surge del polvo y a él regresa
erguido sobre el duro suelo,
en el cielo su mirada penetra, vertical
y ascendente, secante al horizonte del sueño.
Apoyado sobre la terrible razón
desafía las sangrantes garras del volcán,
se levanta etéreo en el aire,
inmutable en el último rincón del mar;
contra la mandíbula del tigre,
fuego, supervivencia y metal,
- de metal la jaula donde se encierra,
de metal sus alas de libertad-
Por el gris de la horrible tumba
cambia el verde-azul de la tierra
y levanta su paz sobre arsenales
- el hombre, el orgullo, la guerra- .
III
El cielo ha llorado una bala
que cruzó la paloma blanca en su vuelo;
el grito de la guerra
ha vencido a la debilidad de la palabra.
Tiembla la hierba asustada
bajo el paso arrollador del acero,
el murmullo del viento entre las hojas
se eclipsa tras miradas de miedo.
Redobles de tambores golpean la mañana,
el trigo besa el suelo,
-oro deshecho en ríos vestidos de escarlata
bajo el blanco sudario del infierno-
El llanto de una niña rompe la incertidumbre,
la inocencia empapa sus mejillas. Silencio,…
- el dolor de madre resigna su agonía-
...doblan las campanas, alguien ha muerto.
Las banderas desgarradas saludan al viento,
las miradas al frente imperturbables,
-arrugas de ignorancia cicatrizan los rostros-
tiempo de llantos, silencio;
las ilusiones estallan en sangre
trompetas, murallas que caen,
y un himno que suena a traidor
en vez de cerrar heridas las abre.
Surge el por qué en la desgarrada garganta,
el silencio por respuesta - nada-
los ojos se cierra a golpe de obediencia,
la duda muere en la mirada.
Pupilas preñadas de rencor y rabia
reducen el horizonte a llanuras,
el odio cubre el cielo de luces
entre sueños carbonizados antes del alba…
Han vencido nuestros soldados,
- ¡victoria!-
vuelven las palomas blancas
a los derruidos balcones abandonados.
Las mudas voces que han callado
serán recordadas, recompensadas;
cada alma tendrá un sitio para ellas,
un monumento a los caídos por “la patria”.
IV
El hombre, amigo de fingida sinceridad,
enarbola banderas de muerta gloria,
busca la muerte, con prisas
de héroe en busca de la memoria.
Y al final, recuerdo de olvidado,
en un tiempo que se acaba sin remedio,
- ya pasado- la primavera y el invierno atados
a la rueda del fin sin intermedio.
Dios, en tus manos la vida y la muerte,
el bien y el mal que mezclaste
en la fruta del jardín prohibido
- la paz y el amor en el poema no escrito-.
En tus manos recién lavadas,
\\sin tiempo ni nombre,
el hombre
al que condenaste…