jesus alberto porras

Las alas infinitas de Paulina

 

 

Abuela querida,

abriste tus alas

para volar muy alto,

dejaste en mis brazos

el vacío húmedo del llanto,

lágrimas que no son tristeza,

sino un río de alegría

que desborda mi alma.

 

Vuela,

extiende tus alas de ángel,

mientras yo me quedo

con la música de los recuerdos,

esas memorias que arden en mi mente

como brasas encendidas.

 

Recuerdo tu voz,

cuando era niña

y tu abrazo era un refugio

contra la tormenta del mundo.

Vuela muy alto,

un día seguiré tus pasos,

porque la eternidad

es apenas un suspiro

cuando el amor nos llama.

 

Paulina es tu nombre,

pero en tus labios fui Yoli,

tu pequeño ángel,

tu risa en la tarde,

tu semilla en la tierra.

 

Qué maravilla fue tenerte,

y aún más,

dar gracias a Dios

por recibirte.

 

Descansa de tu trabajo,

bien, sierva fiel;

entra en el gozo de tu Señor,

como quien entra en un jardín eterno,

donde las flores no se marchitan

y el cielo es un regazo sin fin.