Como el ave, que intuye
el cielo antes siquiera
de saber volar.
Como el elefante recién
nacido,
que, tembloroso,
se libera de su incertidumbre
con dignidad ancestral...
Y por sí mismo,
echa a andar.
Porque la mariposa no nace
sin la oruga,
sin la crisálida,
sin la espera paciente
que le permite alzar
el vuelo y resurgir...
dejando su huella al pasar.
Ante un tiempo implacable,
el mayor de los tesoros:
tan efímero como esencial.
Porque quien cae,
quien conoce el dolor,
quien se quiebra,
y aun así...
se alza, para seguir adelante,
más fuerte, más resistente, ¡y a por más!
Quien a través de la soledad,
en la quietud del silencio,
las fuerzas, las ganas y
el conocimiento necesario...
Renace y resurge de sí mismo, dejando atrás el ayer
para seguir adelante.
En una rueda que gira,
en un universo eterno,
siempre por conquistar,
sin descanso, sin pausa,
hacia adelante, ¡siempre pidiendo más!
Sin rastro de duda,
sin miradas hacia atrás, Solo evolución,
solo transformación...
¡y vuelta a empezar!
Sabe de la metamorfosis,
que es un pacto
entre el deseo y la esencia, entre la claridad
de la mente
y el fuego de las ganas.
Quien se transforma,
quien camina firme,
sin pasos en falso,
sin mirar atrás.
Sabe de qué va este texto,
sabe por qué ha sido escrito,
y lo sabe también...
por haberlo vivido,
por haberlo sentido
por haberse alzado sobre
sí mismo,
y ser uno más:
¡En el arte de la
transformación!...
¡Siempre hacia adelante,
sin dar pasos en falso
o volver la vista atrás!