Luciana Trejo

El juramento de mis ojos

Escucha mi voz, pequeño sauce llorón; deja ya de rogar por amor.

Vistes y calzas armadura de divinidad celestial, amante de la paz;

tus lágrimas no debes desperdiciar, pues con ellas muchas vidas se van.

 

Atiéndeme bien, pequeño amigo llorón:

allá en las puertas se reparten perfumes,

buscan engañar y secuestrar, aturdir y, sobre todo, molestar.

 

“Emisarios del Señor” se hacen llamar,

aunque sus días contados están.

Mírame bien: los míos los harán caer.