Ella me espera,
sin preguntar,
sin prisa,
solo su sonrisa,
su calor,
que nunca exige explicaciones.
Me recibe con la ternura
de quien sabe callar,
un refugio
donde no existen reproches,
solo piel y tiempo olvidado.
Ella no reclama lo que no soy,
no pide lo que no puedo dar;
se conforma con el instante,
con ser aurora en mi noche,
con ser silencio en mi tormenta.
Y cuando me marcho,
sus manos no se aferran,
su mirada no se quiebra;
me despide guardando
nuestro secreto,
como quien sabe
que el amor también se mide a escondidas.
Nunca pregunta si volveré,
acepta el misterio de mis pasos,
abraza mi ausencia,
y aún así, me espera siempre