Podrá la enredadera más honda
y el cristal de luna más brillante,
entretener mi albor caminante
sobre la hora que me ronda.
A tí, despierto, callado y ruidoso,
me nace este poema de amor...
de mis ansias es el temblor,
que llevo casto y pudoroso.
Pero... ¡Ay! Ventana de luz,
serpentina de amor bravío,
sin tí surge cruel hastío,
clavado al fuste de mi cruz.
No es amor ciega que muere;
el arado cual muele y trilla,
es poner de costal la mejilla
y apostar por lo que quieres.
Muda, mi mano invade luego,
el mural blanco de tus caricias,
trotante por las albricias
donde prende
mi fuego...