Llevaos mi piel y mi carne
pero perdonadme la sangre,
tal vez me haga falta algún día
para reconocer mi herida.
Escribid sin mí vuestra historia,
pero dejadme la memoria,
que ya se encargará el viento
de devolverme los recuerdos.
Llevaos mi nombre y mi hogar,
pero dejadme la identidad
por si un día la necesito
para entregársela a mis hijos.
Llevaos la voz de mi pueblo
pero no os lleveis el lamento;
así me alejaré más fácil
de la raíz que me cortasteis.
Si queréis reducirme a polvo
para llenar mi espacio de oro,
al menos dejad que esta noche,
entre el olvido me acomode.