Mi abuela Ignacia,
la mujer más guapa del pueblo,
una leyenda del otro siglo.
Del espíritu también llega la belleza,
tenía un suspiro en el corazón
que iluminaba el sistema solar,
cambiaba el eje de la tierra
y cristalizaba las estrellas.
Entre las ascuas,
una guerra civil,
tres años desollados
para abofetear a la rabia
y una posguerra de solidaridad
matando la escasez de un pueblo
y el hambre de los niños.
Con las manos tendidas
llegó a Zaragoza,
una nueva vida
y otro cielo para renacer el alma,
contigo querida madre.