Nkonek Almanorri

ESA SEÑORA, LA MUERTE.

Vivimos y soñamos solos,

Consolándonos con un silencio

Que a veces entendemos y queremos

Y otros no.

 

También nos vamos desnudos,

Despojados a la fuerza

De todo porque nada fue nuestro.

 

Se nace avisando con un grito

Para acabar muriendo

En silencio.

 

Por el camino quedaron

Algunos sueños

Luminosos,

Otros apenas fueron

Nada.

 

Lo bueno, y hasta lo mejor de la Muerte, es que ésta no nos permite que nos pudramos en vida y nos señala, cuando ella lo decide, que hasta hoy y aquí se ha prolongado nuestra existencia; ella, la Muerte, es la que nos abre, después, la puerta a la verdadera Vida. Y ya son estos tiempos – dícese que avanzados…- en que hay que traducir la lógica impuesta, o en su caso borrarla.