karonte

Amor en carne viva (La poesía que respira)

Tus labios fueron el vino,
mis noches, fuego encendido,
pecado jamás rendido,
clandestino y peregrino.
En tu cuerpo mi destino,
en tu piel la profecía,
la mentira me encendía,
un guiño rompió el decoro,
y entre silencios de oro
pecamos con poesía.

 


Las miradas se buscaban
con el pulso en llamarada,
cada risa disfrazada
eran brasas que quemaban.
Las excusas se inventaban,
se torcían los caminos,
y los cuerpos clandestinos
se hicieron verbo y frontera,
una pasión traicionera
que nos dictaba destinos.

 


En la sombra del engaño
se escribieron mis deseos,
y en tu cintura los ruegos
que condenaban mi daño.
Cada beso fue un extraño
juramento sin piedad,
y en la cruel necesidad
de devorarte en secreto,
se volvió santo el amuleto
de tu carne y tu verdad.

 


Los hoteles nos guardaron
como templos del exceso,
allí el dolor fue suceso,
y los cuerpos se entregaron.
Las paredes escucharon
la batalla de la piel,
y en la penumbra tan cruel
de un amor sin absolución,
hicimos rito y canción
de un deseo tan infiel.

 


Hubo noches sin clemencia,
hubo gritos y sudores,
y entre culpas y temores
se ahogó toda inocencia.
Mas tu piel era presencia,
tu voz mi única condena,
y aunque me arrastre la pena,
prefiero el llanto vivido
a no haber sido el perdido
en la fiebre que me envenena.

 


El paisaje fue testigo
de locuras sin frontera,
del rocío en la pradera
y del temblor compartido.
Hasta el viento fue enemigo
cuando quiso delatarnos,
y las sombras, al mirarnos,
dibujaban la pasión
que estallaba en confesión
solo al tacto de abrazarnos.

 


Cada mentira aprendida
se volvió un santo veneno,
y en tu cuerpo, tan ajeno,
se jugó toda mi vida.
Entre ruinas encendida
descubrí lo prohibido,
y en el dolor compartido
de la noche interminable,
se volvió eterno, implacable,
nuestro amor tan fugitivo.

 


Hoy la poesía respira
con tu nombre en carne viva,
y aunque la verdad me esquiva,
en tus brazos me retiro.
Eres cárcel que conspira,
eres llama que me quema,
eres verdad y anatema,
el infierno que bendigo,
y en el silencio me digo:
fuiste amor, pecado y tema.