Sinfonía de gases
(Poema escatológico)
Luego de una cena pantagruélica,
donde frijoles, lentejas y garbanzos
bailaron en orgía con la coliflor
y las traicioneras coles de Bruselas,
comenzó en mis entrañas
la verdadera revolución.
El choque atómico de flatulencias
no se hizo esperar.
Sentí el desfile de aquellos ingredientes
descendiendo por esófago, estómago
y serpenteando el intestino delgado,
hasta llegar al colon, grueso y resentido.
¡Allí se armó la marimorena!
Una lucha de frijoles inflamables
contra coles beligerantes.
Mi cinturón —de piel de cocodrilo—
impidió que mi abdomen
volara por los aires
(nunca mejor dicho).
El malestar iba in crescendo.
Removía mi cuerpo sobre la silla
mientras los comensales me miraban,
alarmados, preocupados,
al borde de llamar a Urgencias.
Me levanté como alma en pena
y me lancé hacia los servicios.
Casi no llego.
Casi no me bajo los pantalones.
Y entonces,
la liberación.
Un estruendo sagrado,
acompañado de garbanzos sin redención,
coliflor en forma de esquirlas,
y una fragancia que convirtió
el recinto en un huerto abonado,
fértil, y
listo para sembrar en el futuro.