Cuentas del calendario
Trescientos sesenta y cinco
son días que tiene un año
para no ser un tacaño
más seis horas yo le afinco.
En doce meses ahínco
las cincuenta y dos semanas,
las cuentas no son muy sanas,
me sobran algunas horas,
las coloco con demoras
a febrero con desganas.
Los que tienen treinta y uno
enero, marzo, diciembre,
agosto, julio y octubre,
con mayo no queda alguno.
Son siete y no es oportuno
que abril se nos descarrile,
ni que junio se me exile,
pues con treinta está septiembre
algo cerca de noviembre,
sin que el orden se deshile.
Febrero es caso distinto,
más corto que los demás,
con veintiocho no es de paz
ni treinta alcanza su quinto.
El bisiesto, por instinto,
le regala un día entero,
como quien da un parche austero,
y así el año redondea,
pero igual nadie desea,
pues febrero es mes ratero.
Aunque el tiempo se acomode
con su cuenta regulada,
la vida nunca es cuadrada
ni el reloj siempre responde.
El calendario se esconde
tras sus días pasajeros,
nos confunde con febreros,
eneros, mayos y abriles,
y al final son varoniles
con disparos muy certeros.