Νούφαρο

Απρίλιος

Hazlo, dáñame, estrújame, ve por un cuchillo y córtame en pedazos.

Quema mi cuerpo,

escúpelo, muérdelo,

apriétalo, aplástalo,

ódialo, ódiame a mí,

trata de abrazar mis cenizas después de calcinarme.

Besa mis llagas, mis moretones causados por tu mano.

Golpéame,

destroza mi cadáver, escóndelo en tu alcoba y desquítate con él,

haz que mi ser sienta que tú por fin estás contento y que ya no queda nada de mí que puedas obtener.

Córtalo, amárralo, desármame, lacérame.

Grítale.

Apaga tus cigarros en mis carnes,

tira mis piezas en cualquier parte,

rompe botellas en mi piel,

clávale vidrios a mi cuero,

entierra tus cortas uñas en mis restos.

Destrúyelo,

destrúyeme a mí,

te suplico que lo hagas, que me hagas sufrir,

haz que me entregue en cuerpo, alma, corazón y vida a ti.

Haz que yo sienta que ya no me pertenezco sino que eres dueño de mí.

 

Erízame la piel con cada corte,

revuélveme las entrañas con tus golpes,

haz que gima cuando me claves las uñas en la espalda

y te apoderes de mi pasión desenfrenada.

Bebe de mis lamentos y aliméntate con mis restos.

Pero por favor quédate,

quédate así sea haciéndome daño,

quédate mientras aprietas con más fuerza las cuerdas a las que están atadas mis partes,

quédate mientras me amas,

mientras me destruyes,

mientras me detestas,

mientras te ríes de mi agonía y de mi tortura.

No te vayas,

te lo suplico,

te lo imploro,

te lo ruego.

Me arrodillo ante ti para que no dejes de lastimarme si es que así nunca te irás de aquí.

El tormento de tu partida sería más insoportable que el dolor que le has causado a mis trozos.

Soy de tu propiedad,

no me dejes a mi suerte,

no sueltes mis cadenas,

no las destruyas,

no cortes las sogas y me dejes sin ti,

vuelve siempre que yo pondré el cuchillo en tu mano

para que tú decidas qué será de mí.