El frío de septiembre va cayendo,
los gatos se arremolinan en la plaza;
un niño corre, un joven ríe y pasa,
y yo me quedo solo, comprendiendo.
Los árboles ocultan las fachadas,
las luces de neón laten dispersas;
y entre turistas, voces extranjeras,
se pierden mis preguntas olvidadas.
Camino con los ojos detenidos,
no juzgo, solo observo lo que asoma;
la vida se disuelve en breve aroma,
de risas que se apagan en sonidos.
Ser bohemio tal vez sea este oficio:
mirar sin poseer, pensar sin nombre,
saber que cada paso trae al hombre
un eco que regresa al precipicio.
Septiembre inicia, incierto y sin frontera,
y soy apenas voz que al viento espera.