(A mis cuatro hermanos)
La tarde extiende su temible manto
otro alevoso día de septiembre.
Me despido del último adalid
junto al mármol glacial y despiadado
ebria de pesadumbre y de partidas
y párpados mojados de aflicción.
Peregrino, liviano de equipaje
vuela en potro de viento y suave lluvia
busca la plenitud de tu existencia
y despeja la puerta redentora.
Cuatro jinetes ya cabalgan juntos
entre algodones níveos y quietudes.
Se estremece la tierra dolorida
y silenciosas gimen las gargantas.