Surcaba el cielo
la blanca carabela algodonada
ajena al tiempo.
Las jaras contra el viento rechinaban
y el Sol reía
sobre las piedras por su aliento calcinadas.
La mar embravecida
llenaba de espumadas caracolas
su falda con la brisa.
Sonaba sorda
en los acantilados esculpía
con el cincel salado de las olas.
Volaban aves
los verdes capiteles de los pinos
que visten la ladera con sus jades.
En amarillo
chillaba la genista su tocado
entre lavandas lilas y tomillo
Enamorado
me tienes tierra mía enamorado
perdidamente enamorado.