Arrojando el veneno de tu cura,
en noches perfumadas de alquitrán y nicotina,
el caracol avanza su escalera,
con sus ojos diamantados y cortantes,
acerando su estela, la carne herida.
En las mañanas, iris de café negro,
girando el laberinto se endulzan,
aquellos que busca el Minotauro.
- Teseo te salvará- susurró…
He venido a buscarte.
Desde sus ojos deshabitados,
contemplan la danza quieta de las estatuas,
y sus bocas de sed, brindan con sangre,
bajo un neón que palidece.
Entre naranjos dormidos y gentes sin nada,
jóvenes semejantes,
cautivos de un sueño que no despierta,
dormitan su amor en el vientre.
- Padre, quiero volar los muros con mis alas-.
El mar, esperó callado.