¿Por qué duele tanto que te hagan daño,
si yo no fui el causante,
y aun así, como frías fauces,
aprietan mi corazón?
¿Por qué duele tanto no poder abrazarte
y consolarte,
pues tengo miedo de que mis espinas te hieran?
¿Por qué duele tanto, estando a miles de kilómetros,
no poder tomar tu rostro
y secar tus lágrimas?
Quiero encontrar al viento que te dañó
y encerrarlo por miles de años
para que aprenda su lección.
Quiero enfrentar a la piedra
que hizo que tropezaras,
y a la distancia que no me permitió estar ahí
para sostenerte.
Quiero juzgar al cielo oscuro
que nubló tu camino
y no me dejó sostener una vela en tu sendero.
Quiero atrapar a las nubes
que se atrevieron a dejar caer su lluvia sobre ti,
sin dejarme dar todo para ocultarte.
No pienso caer tan bajo
como para aprovecharme de tu llanto
y atacarte sin compasión.
No pienso simplemente dirigir mi vista a otro lado
si alguien en este mundo
no te hace sentir querida.
No pienso darte solo una palmada
para calmar tu corazón:
preferiría entregarte todo de mí
para que encuentres contención.
No pienso dejar que la pared caiga sobre ti,
pues incluso si me costara la vida,
te quitaría del camino.
No pienso dejar de arder por ti,
pues este fuego permanecerá
incluso bajo la más fuerte tempestad
o el más loco huracán.