Ella era tan misteriosa como la naturaleza misma.
Acercarme a ella era como cargar con una maldición:
apenas rozarla, aquel corazón se quebraba en dolor.
Solo mirarla se sentía extraño,
como si en otra vida hubiera sido alguien para mí.
Quizás alguien a quien amé,
alguien a quien cuidé con todo mi ser,
pero que el destino cruel me negó en esta existencia.