No indagues, lector, en mis versos la falacia,
ni busques sombras ajenas en esta noche aciaga.
La Luna de Sangre es un abismo del alma,
donde el tedio y la pasión, en danza espectral se engalan.
Quizás sean las ánimas inquietas del alfarero trujillano,
tejiendo en mi eclipse diáfano, un destino arcano.
O tal vez, el espectro de Trujillo, en su sopor eterno,
despierte en mis estrofas, un averno moderno.
No hay eco ajeno, solo un clamor que brota,
un abismo de spleen, donde los sueños se agotan.
Cada verso es un gemido, una flor oscura y bella,
en el jardín del mal, donde la musa destella.
Nombres antiguos, que en la noche resuenan,
evocando amores malditos, que las sombras envenenan.
mientras la luna de sangre vela, deseos proscritos,
en un páramo de tinieblas, donde los ángeles han caído.
Que la duda no perturbe, la belleza del tormento,
cada palabra es un veneno, que alimenta el desaliento
En el laberinto de sombras, donde el spleen me consume,
la luna de sangre es un faro, que al abismo me resume.
Así, entre espectros y versos, la noche se dilata,
y en el alba que se insinúa, el hastío se desata.
Que cada lector halle, su propio reflejo en el mal,
y en la \"Luna de Sangre\", un eco espectral.