Hay que andar despacio
por los senderos de la vida.
Mirar desde el balcón a los amantes
y escuchar las campanas
desde un rincón apartado de la casa.
Ir por los parques en las divinas tardes
y recordar el último beso
con todos sus misterios.
Componer un verso delicado
para algún loco desprevenido
y leer a Shakespeare, a Neruda, a Lorca.
¡Hay que andar despacio y sin afanes!
Aceptar los instantes
y sonreírle al tiempo
que dejó tatuadas
tantas estrellas en la frente.
L.G.