Yoleisy Saldana

Pozo De Inocencia.

Caminando ayer por el parque, te vi.
Jugabas en un pozo que dejó la lluvia,
como si aquel charco fuera un universo entero.

No sabías caminar, y ya tus pies danzaban sobre sueños que aún no sabías nombrar.

Desde mi mirada adulta, vi la pureza hecha vida, esa que olvidamos cuando la rutina pesa más que la risa.

Me detuve por un segundo, contemplando cómo tú, pequeño ser, chapoteabas entre reflejos de cielo.

Brincabas sonriente en aquel charco
y mi mente viajó —como en un suspiro—
a los días de mi niñez, cuando el mundo era un paraíso de colores brillantes, y cada descubrimiento, una aventura sin miedo.

Apenas caminabas, aún en pañales,
y desde tu inocencia me hablaba
esa pureza intacta que se pierde
cuando nos toca enfrentar el mundo
antes de estar listos.

Porque la vida, a veces, nos impone cargas
que no nos pertenecen, y nos obliga a crecer
antes de saber quiénes somos.

Al verte sin prisa,
jugando en los pozos de agua,
recordé la libertad que yo también tuve
al brincar sin culpa, sin destino.

Mientras la tarde se deslizaba tranquila,
tú te perdías en la serenidad que no conoce la angustia ni el dolor, una calma tejida con la luz de la inocencia más pura.

A tu alrededor, el mundo seguía.
niños se columpiaban más allá.
otros, como yo, caminábamos ajenos,
llevando sobre los hombros el peso de un día largo, de años que a veces se sienten como cadenas.

Y sin embargo, tú…
Tú brincabas con la alegría pura
que solo conoce quien aún no ha aprendido a temer.

La ironía de la vida:
te veo niño, libre como un pájaro en el cielo,
y no puedo evitar pensar
que, en mi pasado, erróneamente
mi mayor anhelo era… crecer.

Qué regalo sería poder ver el mundo con tus ojos, sin prisas, sin expectativas,
solo con la certeza de que cada gota de agua
puede ser una aventura, y cada paso un poema.