No es preciso que el mundo sepa
de este amor que el alma esconde;
bástame que en tu mirada,
Dunia, mi universo se asombre.
Ni palabras, ni promesas vanas,
ni la luz que el orbe mira;
solo el eco de tu aliento,
solo el templo de tu lira.
Mi alma, desnuda y sin velos,
halló su amparo en tu pecho;
tú eres la noche y la aurora
donde mi dolor se ha hecho.
Tu risa, melodía inasible,
apaga las penas y el mal;
tu llanto, un mar de silencio
donde naufraga mi cristal.
¿Fue la suerte quien nos unió?
No, mi alma lo ha presentido:
fue el hilo invisible del destino,
un lazo de oro y de olvido.
Eres la estrella que me guía
cuando la noche me amedrenta;
eres el verso que mi boca
sin querer, siempre lamenta.
Por ti mi alma vive y muere,
por ti mi ser es poema;
eres la única verdad
que en este mundo me quema.