EDGARDO

No es preciso gritar nuestro amor

No es preciso que el mundo sepa

de este amor que el alma esconde;

bástame que en tu mirada,

Dunia, mi universo se asombre.

Ni palabras, ni promesas vanas,

ni la luz que el orbe mira;

solo el eco de tu aliento,

solo el templo de tu lira.

Mi alma, desnuda y sin velos,

halló su amparo en tu pecho;

tú eres la noche y la aurora

donde mi dolor se ha hecho.

Tu risa, melodía inasible,

apaga las penas y el mal;

tu llanto, un mar de silencio

donde naufraga mi cristal.

¿Fue la suerte quien nos unió?

No, mi alma lo ha presentido:

fue el hilo invisible del destino,

un lazo de oro y de olvido.

Eres la estrella que me guía

cuando la noche me amedrenta;

eres el verso que mi boca

sin querer, siempre lamenta.

Por ti mi alma vive y muere,

por ti mi ser es poema;

eres la única verdad

que en este mundo me quema.