Éramos silencio
antes de que existiera el tiempo.
Éramos un suspiro perdido
en el pecho del infinito.
Del corazón de un sol extinguido
nacieron nuestros huesos,
y en cada mirada que arde
late la memoria de un universo antiguo.
Somos polvo de estrellas,
hijos del fuego y del abismo,
fragmentos de eternidades rotas
aprendiendo a ser humanos.
Llevamos galaxias en la sangre,
constelaciones escondidas en las manos,
y, aun así, creemos que somos pequeños…
cuando en realidad somos infinitos.
Un día volveremos a la nada,
al silencio donde todo comenzó,
pero mientras tanto,
seremos eternidad respirando en carne,
luz temblando bajo la piel,
universo mirándose a sí mismo
a través de nuestros ojos.