Aysel Teheran

Llorar no fue (ni serĂ¡) suficiente

 

Las miro… ¿qué pensarán cuando me miran de frente?

Las veo tan felices y yo tan aburrida,

¿acaso alguien les habló de los trastornos de la vida?

 

¿O acaso saben qué es ansiedad?

No, la apatía en mí se volvió realidad.

Y me mostraron una cara inmunda,

llena de rabia, tristeza e incertidumbre profunda.

 

Ahora hago poemas de mi personalidad limitada,

de mis trastornos y la tristeza marcada en mi cara.

Me siento tan sola, tan abandonada,

que ni ellas me darían esa calma esperada.

 

Y no hablo de víboras, hablo de mis amigas,

o bueno… las que suelo llamar mis amigas.

Si ellas me traicionan yo me moriría,

cavaría mi propia tumba en la bella Uganda,

llena de poemas y de pura guerra santa.

 

Nunca me alegré tanto de ir a un lugar

como a ese salón un poco revolucionado;

ahí no me siento sola, me siento alegre,

como si mis entrañas se desnudaran ante la gente.

 

Ahora estoy enamorada de dulces y cerezas,

le hago poemas, me pierdo en su belleza.

Estoy loca de cabeza, Dios bendiga a las víboras,

pero a mis amigas, guárdales un puesto en las auroras.

 

Nunca me traicionaron ni me dieron celos,

me hicieron alegre, un excelente premio.

Dios oye mis plegarias: mis amigas son dulces,

yo no valgo nada, pero ellas son luces.

 

Estoy enferma mental y físicamente,

¿para qué Dios querría una loca en su frente?

Mejor que cuide a mis amigas, mis ángeles guardianes,

y si Él lo permite, lléveme con ellas,

porque sola estaría… y sin ellas me perdería.