Las miro… ¿qué pensarán cuando me miran de frente?
Las veo tan felices y yo tan aburrida,
¿acaso alguien les habló de los trastornos de la vida?
¿O acaso saben qué es ansiedad?
No, la apatía en mí se volvió realidad.
Y me mostraron una cara inmunda,
llena de rabia, tristeza e incertidumbre profunda.
Ahora hago poemas de mi personalidad limitada,
de mis trastornos y la tristeza marcada en mi cara.
Me siento tan sola, tan abandonada,
que ni ellas me darían esa calma esperada.
Y no hablo de víboras, hablo de mis amigas,
o bueno… las que suelo llamar mis amigas.
Si ellas me traicionan yo me moriría,
cavaría mi propia tumba en la bella Uganda,
llena de poemas y de pura guerra santa.
Nunca me alegré tanto de ir a un lugar
como a ese salón un poco revolucionado;
ahí no me siento sola, me siento alegre,
como si mis entrañas se desnudaran ante la gente.
Ahora estoy enamorada de dulces y cerezas,
le hago poemas, me pierdo en su belleza.
Estoy loca de cabeza, Dios bendiga a las víboras,
pero a mis amigas, guárdales un puesto en las auroras.
Nunca me traicionaron ni me dieron celos,
me hicieron alegre, un excelente premio.
Dios oye mis plegarias: mis amigas son dulces,
yo no valgo nada, pero ellas son luces.
Estoy enferma mental y físicamente,
¿para qué Dios querría una loca en su frente?
Mejor que cuide a mis amigas, mis ángeles guardianes,
y si Él lo permite, lléveme con ellas,
porque sola estaría… y sin ellas me perdería.