*San David, cantor del cielo*
En campos de trigo y viento sereno,
un joven pastor al cielo cantó,
con lira en el pecho y alma de trueno,
su fe fue la piedra que nunca falló.
No vestía armadura ni espada,
solo llevaba verdad en su voz,
y cuando la sombra se hizo pesada,
clamó con líricos salmos a Dios.
Gigantes cayeron ante su paso,
no por la fuerza, sino por la fe,
pues cada palabra, cada abrazo,
era un reflejo del cielo en su pie.
Rey sin orgullo, siervo primero,
corazón amante, espíritu fiel,
David, el amado, el heredero,
hizo del canto su torre y su piel.
Annabeth Aparicio de León
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