De por siempre esperaba su llegada
con la fiebre de amor que nos calcina;
y soñando en sus formas tan perfectas
se terminaba el día.
En tropel de deseos infinitos
corazón me latía más de prisa;
pues sintiendo sus labios en mi boca
soñaba era Afrodita.
Desde el alma miraba su figura
con la luz que pasión tenaz destila;
observando destellos luminosos
con aura clara y límpida.
Sus palabras sonaban en el alma
como suenan los salmos de una misa;
y llenaban de paz mi verso triste
con mística caricia.
Fueron tantas las horas de mi espera
que al final mis anhelos volarían;
hasta el limbo que habita el desengaño
en su gélida cripta.
Desde entonces mis sueños han forjado
la coraza que penas les evita;
resguardando en la cárcel del olvido
pasiones que deliran.
Autor: Aníbal Rodríguez